Publicado el 2.5.23 El Gobierno de Corrientes, a través del Instituto de Cultura de la Provincia, encomendó la publicación de un libro sobre la historia del primer colectivo de arte contemporáneo de la provincia, Yaguá Rincón, residencia para artistas que abrió el artista Richar de Itatí en 2007 en su cuarto de pensión frente al puerto de Corrientes.
«Pensaban y definían un momento de la historia del arte de Corrientes. Lo más valioso: sin dimensionar ni saber lo que estaban gestando», define Gabriel Romero, presidente del Instituto.
Descargar el libro desde aquí:
https://drive.google.com/drive/folders/1bTEUr9uMjhqhlUiAy0H0nzdDGs3Ejndn
Editado por el sello India Ediciones –que dirigen Eugenia Rodeyro y Victoria Blanco–, con edición al cuidado de la periodista especializada María Paula Zacharías, tiene casi 300 páginas, con más de 200 imágenes y textos de dieciséis autores, además de un apartado con recortes de prensa que hace al archivo documental de una época.
El libro tendrá una edición digital de descarga gratuita en el sitio del Instituto de Cultura de Corrientes y su versión impresa se presentará en el auditorio de ArteCO 2023, del 18 al 21 de mayo próximo en el predio de la Ex Usina Eléctrica, junto con una exposición homenaje con obras emblemáticas del grupo –y de la historia del arte local–, con la curaduría de Gustavo Piñero en la ex Usina y en un espacio especial del hotel La Alondra.
Texto de Contratapa:
En 2007 se funda Yaguá Rincón, cuando un joven artista del interior de la provincia, Richar De Itatí, invita a un grupo de artistas de distintos pueblos a reunirse en la habitación que alquilaba para vivir y trabajar en la planta alta de un viejo petite hotel devenido en pensión frente al puerto de la ciudad de Corrientes. Alberto Ybarra, Jorge Efrén Silva, Mati Obregón, Fabián Roldán, Lucas Vera, Pali González, Walter Fernández, José Olivera, Aquiles Coppini, Zunilda Silva, Celeste Jacobo y muchos otros, se alientan, intercambian ideas sobre sus obras, crean otras en conjunto, organizan muestras, viajan, venden y se consagran.
Siempre hay espacio para el recién llegado y un anafe humeante: la puerta de la primera residencia de artistas de esta ciudad está abierta.
Este espacio habilitó la experimentación en el arte desde lenguajes que hasta entonces no habían tenido espacio en el arte local. Desde allí surgieron artistas que marcaron huella. El arte se abrió a temas y técnicas relegadas. Abrazaron a artistas académicos y populares, sin distinción.
Por primera vez, se acercaron artistas de Chaco y Corrientes. Lucharon por causas justas. Vencieron. Yaguá Rincón fue el primer colectivo de arte contemporáneo de la provincia. En estas latitudes, cambiaron la historia del arte.
Este libro, entonces, es el primero sobre arte contemporáneo correntino. El relato se cuenta con fotos de época y reproducciones de obra enviadas por mail, arqueología en Facebook, blogs, fotos papel y revistas, junto con el poético registro de Richar De Itatí (su obra entonces es la gestión cultural, tanto como la fotografía y el video), los retratos de Martín Gómez y las postales del australiano Sean Mulry. Los textos incluyen recuerdos personales de los artistas (De Itatí, Ybarra, Mazzanti), memorias líricas (Hugo Justiniano, Lupicia Escobar, Carlos Vivas, Roldán, Canteros, Silva), ensayos autorales como los de Cleopatra Barrios y M. S. Dansey, y artículos de referentes como Gabriel Romero, Fernanda Toccalino, Julio Sánchez y Carlos Lezcano.
No hay pretensión académica. Este es un intento de recoger el arte y la memoria oral de un pasado reciente con recuerdos de allegados y protagonistas, cuando las vivencias todavía están frescas, aunque con la distancia de un poco más de una década. Como un evangelio reciente, con todo lo legendario, fabuloso y profundamente verdadero que su escritura conlleva. La intención es poner en valor esta epopeya, para inspirar a nuevas generaciones a abrirse camino. Sigue siendo necesario lo mismo que tuvieron los artistas de Yaguá: decisión, autogestión, cofradía, talento, la inteligencia para repensar todas las reglas del juego, imaginación, mucha generosidad y más alegría.
María Paula Zacharías
(editora)
Dicen los autores:
«Rincón de arte contemporáneo correntino. Espacio autogestionado por artistas variopintos. Taller de producción artística. Revoltijo de obras e ideas. Sala de exposición. Balcón al horizonte tangible donde la poética de la convivencia mixtura el ánima del arcano con el gesto prosaico», escribe Hugo Justiniano en 2008, en un texto que atesora el libro. «El Yaguá Rincón viene al presente, de pronto, como una imagen confusa y lejana que huele a rocío. Se suceden ahora, como en una especie de ensueño, fragmentos superpuestos de anécdotas contadas por diferentes personas en diferentes circunstancias. En todas parece flotar una sonrisa luminosa, cálida y fresca a la vez», escribe Justiniano en 2023, convidado por esta publicación.
Escribe Fernanda Toccalino, una gran referente del arte de Corrientes: «Richar tiene la capacidad de ver lo que otros no vemos. De identificar a personas y artistas, de ver obras en lugares donde pasan desapercibidas. En estos señalamientos, él fue reuniendo a artistas que en su gran mayoría eran de perfil muy bajo. Los puso en valor, gracias a este empoderamiento que es generar confianza y respeto, dar un lugar y categoría de artista a quienes antes eran mirados como artesanos o feriantes».
» Yaguá y los artistas chaqueños mostraron que desde el arte se pueden generar
cambios (…). Antes, el puente estaba cerrado para los artistas de un lado y del otro. También se acercaron, invitados por Yaguá, otros artistas que no eran ni de Corrientes ni del Chaco, eran amigos de Yaguá. Richar abría generosamente el juego a otros artistas, la comunidad se agrandaba dándoles protagonismo y visibilidad».
«Hacia el año 2007, se gesta Yaguá Rincón –rincón del perro, en guaraní–, el primer grupo de arte correntino de la postcrisis que logra reconocimiento nacional», analiza Cleopatra Barrios. «La aparición de Yaguá Rincón marcó un punto de inflexión en el modola forma de concebir el arte local. El grupo buscó ir más allá de las clásicas inquietudes por la forma, el concepto o el interés predominante en la obra para pensar otros modos de producción, circulación y legitimación a partir de un proyecto colectivo y autogestivo. La iniciativa se alimentó de las tendencias propias del arte de poscrisis y con enfoque contemporáneo», dice Barrios, directora del Instituto de Investigaciones en Comunicación Social de la Facultad de Humanidades de la UNNE e investigadora del CONICET.
«En esos tiempos estaba convencido de que la gestión cultural, si se dinamiza creativamente y logra transformar o demostrar realidades, puede ser considerada una obra de arte», escribe Richar De Itatí, alma mater de Yaguá.
El pintor Alberto Ybarra describe aquella legendaria esquina donde estaba la pensión: «Era una casa antigua que da a la esquina con un primer piso con balcones de hierro paquetones y con dos puertas de doble ancho. Una daba a la calle y era habitual toparse con que en la parte alta de la casa de enfrente (de la señora llamada Maquela) dejaba ver la silueta uno de sus perros (uno negro) quien miraba hacia la movida urbana (agitada allí) o también hacia el cielo, tal vez hacia alguna nube o como queriendo casi aullar de la emoción ahí, dominando todo, de extremo a extremo. Este animalito, mediano en tamaño, tal vez intuía constituirse en el ícono del lugar y más allá también».
«Este yaguá, perro centinela del arte, dio nombre a este lugar que para muchxs fue refugio, encuentro, conocimiento, aprendizaje y sobre todo enchamigada dentro del arte en la ciudad de Corrientes», apunta la artista María Silvia Canteros, conocida como Emme.
Recuerda José Mazzanti:
El espacio físico era o fue el ideal, con su carga de romanticismo bohemio, que se acoplaba al clima creativo, competitivo, emulativo, crítico y vivencial de todxs los de Yaguá Rincón. Se pasaron días y horas allí, trabajando, creando, charlando, debatiendo, discutiendo y, sobre todo, alimentando utopías. Cuando se exageraba en algún proyecto o personajes que caían con ganas de estar sin hacer, se decía elípticamente: “¡Artista Mentalista!”.
«Cada uno de los integrantes se nutría de su propia historia, aunque con una historia compartida en las creencias, el paisaje y las costumbres. A la vez, durante los años que los artistas se reunían en ese espacio frente al puerto, fueron evolucionando o modificando sus propias creencias y convicciones. El grupo logró llegar al Barrio Joven de arteBA, que era el semillero de artistas noveles, el almácigo donde los coleccionistas
(también jóvenes) iban a cosechar los futuros talentos del arte argentino», escribe el crítico Julio Sánchez.
«La aparición del grupo es realmente inesperada no solo por lo plural de la propuesta, sino por la gestión del creador y alma mater del colectivo: Richar De Itatí. Recordemos que la escena local de los 80 y 90 estuvo representada, entre otros, por la obra de Juan Carlos Soto, Luis Llarens, José Kura, Mabel Vilchez, los hermanos José y Salvador Mizdraji, Miguel Niella, Norma Caponcelli, Chela Gómez Morilla, Carlos Longa, Esteban Gómez y Hugo Justiniano –escribe el periodista cultural Carlos Lezcano–. La llegada del novel grupo impactó dentro del mundo cultural local sin plantear una discusión con los artistas consagrados. Simplemente, apostaron a compartir el espacio, con obras inclasificables, tanto por la forma de producción como por la modalidad de circulación de obras».
«Este cuarto está lleno de dignidad, pienso. El buen artista no es el que hace esto o aquello, el que impacta o emociona. El buen artista es al que le creo», escribe M.S. Dansey en un recorrido por la historia del arte local que llega hasta nuestros días y dialoga con artistas de todo el país, como Diana Aisenberg, Claudia del Río, Nicanor Aráoz, Julián Terán, Teresa Abelenda, Blas Aparecido y muchos otros.