
¿Fiesta del chamamé en diciembre? Sí, la tercera, en 1987.
No sería una edición más: ese año se inauguró la que sería su sede permanente, el
anfiteatro Mario del Tránsito Cocomarola.
Construido en terrenos del ex Aero Club, el Cocomarola se convirtió en el primer espacio
para espectáculos públicos al aire libre (su antecesor fue el más bien elemental anfiteatro
José Hernández en la Costanera correntina) con características técnicas y de capacidad a la
altura de las exigencias de números de primer nivel. Calculado para más de diez mil
personas, con torres de iluminación y sonido, camarines y sanitarios, el anfiteatro fue
iniciativa de Julio Traynor, entonces director provincial de Turismo, quien con un grupo de
emprendedores se dedicó a la tarea de recolección de firmas y a una intensa campaña
pública destinada a asentar entre los correntinos la idea de la importancia de un mega
escenario.
La tercera Fiesta desplazó sus fechas a los días 5, 6 y 7 de diciembre, y fue precedida por
la serie de actividades (pre festival, encuentros, disertaciones y debates) que enmarcaron a
las dos ediciones precedentes. En lo tocante a la faceta artística, 1987 fue el año en el que
un boceto bastante nítido de Fiesta del MERCOSUR se vislumbró, ya que a las presencias
previas de delegaciones brasileñas se sumó una del Paraguay.
En el anecdotario quedan las sillas empleadas para suplir los bancos de cemento que no
fueron terminados a tiempo, el destajo de Rolando Díaz Cabral, las voluntades desafiando
al sol inclemente de la siesta, el cansancio y el entusiasmo.
Las crónicas hablan de nueve mil personas en la noche inaugural, bajo una cúpula de
estrellas cobijando el nuevo templo.
Padre Dios, aquí estamos
En el tercer encuentro, estrenando esta casa del arte popular
Este lugar de todos hecho para el reencuentro
Que hace tiempo quería la correntinidad.
Que sea un bien de todos, donde cada cual pueda decirse y expresarse, brindar su corazón
Y en donde nuestro pueblo, tal como sepa y pueda
Pronuncie su palabra que es palabra de Dios.
Así consagraba Julián Zini el nuevo espacio y la nueva fiesta, aquella noche del 5 de
diciembre. Con tierra y agua, con viento hecho dicho, con Dios y voz quedó inaugurado el
primer coliseo chamamecero.
