Efemérides

El 12 de noviembre de 1864 el gobierno de la República del Paraguay se apoderó de un
buque mercante brasileño en represalia por la invasión al Uruguay, y al día siguiente el
mariscal Solano López le declaraba la guerra al Brasil.


Comenzaba la Guerra de la Triple Alianza o la Guerra Guasú, en la que se coaligaron
Argentina, Brasil y Uruguay contra el Paraguay. La conflagración, que se extendió hasta
1870, diezmó la tierra paraguaya y signó su suerte histórica para siempre. Las batallas de
Tuyutí, Riachuelo, Curupaytí, Boquerón y Acosta Ñú, entre otras, señalan páginas de
devastación, muerte y dramatismo sin par en la historia de nuestra América, y en varias de
ella fue soldado y cronista visual Cándido López, el “Manco de Curupaytí”.


Nacido el 29 de agosto de 1840 en Buenos Aires, aprendió técnicas de pintura con
Cayetano Descalzi, un maestro italiano, e hizo sus pininos en el arte pintando retratos y
motivos religiosos. Para sobrevivir, recorrió la provincia de Buenos Aires con un francés
que realizaba retratos en daguerrotipos, una técnica de captura de imágenes que fue
antecedente de la fotografía. Al estallar la guerra, se alistó como voluntario. Por saber leer y
escribir, recibió el grado de teniente de infantería, en la división al mando del general
Paunero.


En la batalla de Curupaytí una granada le destrozó la mano derecha, lo que lo obligó a
comenzar un aprendizaje con la izquierda. Al igual que otro célebre soldado artista, Miguel
de Cervantes, que sufrió la misma mutilación en la batalla de Lepanto, López comenzó a
ser conocido como el Manco de Curupaytí.


Fue a partir de ese reaprendizaje, paradójicamente, que López comenzó a plasmar sus
obras más expresivas, las que lo hicieron pasar a la historia. Con la siniestra, volcó a la tela
la vida en los campamentos, las cargas de infantería, los campos de batalla abandonados y
poblados por los muertos y unos pocos sobrevivientes, las trincheras, con una objetividad
descarnada que se realza por el estilo casi ingenuo que empleó, un estilo de figuras
humanas apenas definidas en sus formas por colores intensos que contrastan con los
paisajes de esteros y llanuras casi siempre ocres, crepusculares, pero sobrecogedores en su
inmensidad en la que los soldados son apenas motas de color desparramadas en la escena,
lo que crea un efecto de violenta inocencia. Con puntillosidad de cronista, anotó de puño y

letra la datación y el detalle de cada escena retratada, por lo que su obra puede apreciarse en
dos sentidos: el artístico y el histórico.


Su obra no fue apreciada en su tiempo, y se ganó la vida trabajando junto a su hermano en
una zapatería, pintando naturalezas muertas que vendía para conseguir algún ingreso extra.
Retratista de la historia y ya historia él mismo sin saberlo, falleció en Buenos Aires el 31
de diciembre de 1902.