
Leonardo Favio vivió entre dos mundos, el del cine y el de la música, y dejó una marca
indeleble en ambos. Personal, épico e intimista, poeta autodidacta, atorrante existencialista,
personaje anclado en su tiempo que supo trascenderlo y mito popular, murió el 5 de
noviembre de 2012. Dejaba atrás una biografía construida entre la gloria y el ostracismo, la
pobreza y el éxito internacional, el denuesto de la intelectualidad y su posterior
reivindicación como artista de una complejidad conceptual gestada en sus visiones del
cuerpo mítico nacional.
Nació el 28 de mayo de 1938 en Las Catitas, en la provincia de Mendoza, y fue inscripto
como Fuad Jorge Jury. Su madre, Laura Favio, era actriz, escritora y productora de
radioteatros, y su tía era la actriz Alcira Olivera Garcés. Comenzó a trabajar en radioteatros
en Mendoza y San Juan, y ya instalado en Buenos Aires hizo lo propio en Radio El Mundo.
A fines de los ´50 consigue su primer papel como extra en una película de Enrique Carreras
y comienza un amor por el cine que perduraría hasta su muerte. Como actor trabajó por
esos años con Fernando Ayala, Daniel Tinayre, José Martínez Suárez y Leopoldo Torre
Nilsson, quien lo influyó decisivamente. En 1965 estrenó su primer largometraje como
director: “Crónica de un niño solo”, obra autobiográfica en la que plasma una infancia dura,
con una gran influencia del neorrealismo italiano, principalmente el de Vittorio de Sica. En
su ópera prima ya están totalmente definidos los elementos de su universo narrativo: la vida
pueblerina, la frustración de los desposeídos ante los embates de la vida, la soledad y las
estratagemas de supervivencia para ganar otro día más. En 1967 llegó “Este es el romance
del Aniceto y la Francisca, de cómo quedó trunco, comenzó la tristeza y unas pocas cosas
más” (reversionada como ballet cinematográfico por el propio Favio en 2007), película de
una melancolía onírica con un final que anticipa el de “Juan Moreira”, de 1973.
En paralelo, crecía su carrera musical, iniciada con una actuación en La Botica del Ángel.
“Fuiste mía un verano”, su primer disco, fue un éxito de ventas y lo lanzó a la fama en el
país y en toda Latinoamérica, a la vez que postulaba varios de sus temas al repertorio
popular imperecedero. Su éxito como cantante fue tal que era prioridad para la discográfica;
pocos saben que “Tema de Pototo”, unos de los temas emblemáticos de Luis Alberto Spinetta, fue estrenado por Favio por decisión de la grabadora para impulsarlo en las
ventas.
Dejó la música para dedicarse por completo al cine, filmando la ya mencionada “Juan
Moreira” y, en 1975, “Nazareno Cruz y el lobo”, que con una banda sonora inolvidable,
Alfredo Alcón como un Diablo vestido como gaucho ricachón y un Infierno que traducía el
de Dante a la Salamanca santiagueña se convirtió en la película más taquillera de la historia
de del cine nacional, con más de tres millones y medio de espectadores.
Lo que hace reconocible a un gran director son sus obsesiones y la forma de reflejarlas en
la pantalla, y en ese sentido Favio estuvo a la altura de Fellini o Kurosawa, construyendo
una obra integral que puede ser reconstruida en etapas de una única historia. Fue
grandilocuente, épico, y amó a sus personajes, desde el nervioso y apocado empleado de
“El dependiente” hasta el Monito fanfarrón, exaltado y corajudo de “Gatica”, personajes
que fueron la materia prima de un cine que siempre es digno de volverse a ver y que
siempre está aportando nuevas lecturas.
