El 26 de septiembre de 2017, a los 78 años, falleció Pocho Roch. Nacido el 15 de abril de 1939 en Itatí y anotado Gonzalo del Corazón de Jesús Roch (para la historia simplemente “Pocho”), se crió en el paraje Yacareí, donde se nutrió del guaraní y desarrolló un profundo sentimiento religioso; ambos lo acompañaron toda su vida. 

   Comenzó su andadura musical en la secundaria, integrando varios grupos de la incipiente movida rock que aterrizaba en Corrientes. Los Americanos y Los Dados Blancos fueron sus primeras incursiones profesionales en los tempranos ’60, ambas bandas dentro del género Jazz, en una época en la que en las pistas de baile, con música en vivo, subían a los escenarios tres géneros: Típica (tango), Folklore (chamamé) y Jazz (ecléctica denominación que incluía el rock, el pop y temas de moda). Con un jovencísimo Carlos Maciel formó Los Impares (formación que tocaba en el Hotel Buenos Aires), y luego vendría The Pockers, de la que queda registro discográfico con temas de su autoría.

   En la década siguiente comenzó su amor por el lenguaje que amó por el resto de su vida, el chamamé, al que dejó composiciones memorables en una sociedad creativa con Genaro González Vedoya y en solitario: «Por Santa Rosa me voy al río», «Miguelito Carapé», «Nati, el campanero», «Don Delfino Maidana», “Valdez, el carpinchero» y “Pueblero de allá ité”, que trascendió las fronteras nacionales. 

   También fue un erudito en historia jesuítica y religiosa, y su casa ubicada en España entre Pellegrini y 25 de Mayo era lugar de consulta permanente para músicos, estudiosos y todo aquel que quisiera conocerlo; jamás cerró su puerta a quien se acercara a charlar con él.